La autoevaluación es un ejercicio de reflexión personal. Un ejercicio de autoconocimiento que nos ayuda a fomentar tanto nuestro propio autoconcepto como nuestra autoestima. Cuando te evalúas, vas a ser capaz de conocer quién eres, lo que quieres, cuáles son tus atributos y también cuáles son tus debilidades.
Es una herramienta de extrema utilidad que no todo el mundo usa. Muchas veces el miedo a saber en qué fallamos, alimentado por un ego manipulador, hace que evitemos este tipo de ejercicio tan sano (y necesario).
A continuación te vamos a enseñar una serie de sugerencias que te ayudarán a hacer una autoevaluación con la que fomentar tu valía personal.
¿Comenzamos?
Determina el cuándo y el dónde
Antes de meterse en materia es necesario pensar en qué momento del día o de la semana más a invertir tu tiempo en realizar este ejercicio de autoevaluación.
Mira tú agenda y entre todo ese trabajo pendiente busca un hueco para ti.
Un hueco con el que mejorar como persona. Es importante que, además, busques un lugar en el que te sientas cómodo y por unos minutos no vayas a ser molestado.
¿Qué vas a evaluar?
El hecho de hacer una autoevaluación no lleva implícita la autoevaluación “general”. Puedes elegir aspectos que en este determinado momento tengan preferencia para ti.
Si, por ejemplo, únicamente quieres evaluar qué tipo de aptitudes te hacen ser un buen profesional y que tipo de defectos están causando que no asciendas, céntrate únicamente en los aspectos laborales. Delimitar estos aspectos te ayudará a conseguir una evaluación mucho más eficaz y centrada en el aspecto que te perturba o preocupa en este momento.
Haz una lista de pros y contras
Puede que seas alguien a quien no le cueste ver sus defectos y los admita fácilmente o peques un pelín de “soberbia” y simplemente creas que no tienes defectos. Pues lamentamos ser nosotros quien te digamos que seas como seas, tiene algún tipo de defecto.
Engañarte a ti mismo no te va a hacer ser como quieres ser (Ni como mereces)
Hazte una serie de preguntas:
- ¿Cuál es tu don?
- ¿Para qué crees que has nacido?
- ¿Qué es lo que NO te gusta hacer en relación con un determinado aspecto? (Laboral, personal, académico)
- ¿Qué piensas que se da francamente mal?
- ¿Cuál es tu principal bloqueo en la actualidad?
Recuerda que no se trata de juzgarte a ti mismo. Se trata de buscar tus atributos y mejorar tus defectos.
Aprende a potenciar tus dones
Cuando identificas tus dones tienes la posibilidad de usar cada virtud para mejorar el desempeño laboral y académico.
Para ello, es importante que intentes expandir cada uno de esos atributos a tu área de trabajo.
Por ejemplo, si te calificas como alguien sociable. Intenta hacer amistades “profesionales” que te ayuden a subir puestos. Utiliza tus habilidades para dialogar y demostrar lo que vales para liderar equipos o ejercer como relaciones públicas.
Mima tus debilidades
Ahora, pon cada uno de estos puntos débiles en una lista y pregúntate.
- ¿Son estos puntos débiles reales o los has adquirido por terceras personas?.
- ¿Qué dificultades te causan en tu día a día?.
- ¿Cómo te hacen sentir?.
- ¿Qué puedes hacer para mejorarlos?.
No tienes por qué ser perfecto, pero si hay alguna debilidad que realmente te está dando más de un dolor de cabeza, tienen la responsabilidad y el derecho de subsanarla.
Cambia la manera de ver las cosas
No veas estos defectos como impedimentos a la hora de conseguir tus objetivos, sino como trampolines que te hagan llevar a tu meta deseada. Cada uno de estos aspectos negativos que ves en ti mismo están ahí por algo. Y precisamente son ellos los que te van a hacer disfrutar más de esa “gloria” tan deseada.
¿No sería sumamente aburrido que fuéramos perfectos en todo?
Define tus metas
Es importante que siempre tengas en mente tu objetivo y que, además, sea un objetivo realista. Todos hemos pensado en alguna ocasión ir al espacio de vacaciones, pero a no ser que seas multimillonario o te esfuerces de manera sobrehumana para obtener un puesto en la NASA, son cosas poco factibles.
Piensa en tu situación actual y qué te está impidiendo que puedas alcanzar esa meta. Ahora piensa si realmente es una meta factible. Si lo es: ¡Adelante!
Haz autoevaluaciones periódicas
¿Alguna vez has hecho una lista de objetivos al comienzo del año? Algo similar puedes hacer con tus autoevaluaciones.
Fíjate, por ejemplo, un intervalo de 3 meses entre autoevaluación y autoevaluación y mira con detenimiento qué cosas han cambiado de esa lista.
Observa si has progresado y si no, analiza qué te ha impedido hacerlo.
Es posible que descubras nuevos dones o nuevos defectos. Todo ello va a contribuir a que la autoevaluación sea más completa que la anterior.
Con este tipo de ejercicios conseguirás ser una persona más motivada, más entusiasta. Una persona con vitalidad que sea capaz de contagiarse y contagiar emociones positivas.
La clave está en tomar constancia de los puntos positivos que tienes y llevarlos a la excelencia.
¿Y qué pasa con los puntos débiles? No los tomes como “maldiciones”. Tómalos como retos a superar.
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